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Hay con frecuencia individuos que, más que hacer la historia de una región o un país, representan y personifican una etapa, una coyuntura, en la que han influido con su presencia y con sus mayores o menores poderes de transformación. Es el caso de Don Juan Manuel cuya larga vida dejó en las tierras albacetenses huellas que, con los años, lejos de borrarse, se hicieron tan grandes que apenas si permiten ya reconocer los pasos que las marcaron. No pretendemos con esta obra una vindicación del personaje, ni una negación de las acusaciones de crueldad, avaricia, autoritarismo y hasta traición, que contra él se han formulado. Simplemente, deseamos aportar algunos datos que ofrecen nuevas perspectivas para enjuiciarle.
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