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Partiendo de un análisis riguroso y una excelente crítica de fuentes, el estudio sobre la población, la familia y la estructura agraria en la Sierra de Alcaraz en el siglo XVIII ofrece algunas novedades dignas de ser puestas de relieve y que el lector podrá comprobar con amplitud de detalles.
A lo largo del libro late una preocupación y una gran sensibilidad por establecer relaciones que permitan comprender la organización social. El hogar, que no la familia, se convierte en un eje explicativo fundamental por cuanto el autor logra superar el marco estrecho de las investigaciones agraristas y de la tierra centradas tradicionalmente, y de manera casi exclusiva, en señalar la estructura de la propiedad, describir el paisaje agrario, contabilizar el volumen de producción o la incidencia de los precios, pero sin llegar a establecer los mecanismos de relación con la organización social y las estructuras familiares. Es el control de la tierra, entendida no sólo como un medio de producción sino de jerarquización social, el factor que condiciona el sistema agrario y dentro de él las relaciones de producción, especialmente las formas de trabajo de la tierra, dando lugar a una dependencia y desigualdad que ofrecen el verdadero rostro de una comunidad con escasas posibilidades de crecimiento y desarrollo y, como señala el propio autor, una estructura agraria definida por la desigualdad social y el desequilibrio espacial.
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